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Puede que algunos de vosotros no sea la primera vez que publicáis una obra y conozcáis de sobra el trabajo de un corrector o de un lector cero pero, para los recién iniciados, os voy a explicar un poco en qué consiste.

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En cuanto a la corrección de textos hay dos tipos de trabajos que se pueden hacer: ortotipográfico y de estilo.

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La corrección ortotipográfica abarca la ortografía, gramática y ortotipografía.

Se aplica para verificar que una obra se adecue a las normas de ortografía y tipografía, es decir, que, por ejemplo, se detectan y eliminan faltas de ortografía, se resuelven fallos de acentuación y puntuación, la omisión de caracteres, se revisa el uso adecuado de comillas, mayúsculas, cursivas… y demás signos ortográficos.

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Mientras que la corrección de estilo es más amplia ya que, además de las características de la anterior, pule el texto, evitando errores que afectan al estilo de la obra y que pasan desapercibidos para el autor como pueden ser: imprecisiones de vocabulario, eliminación de muletillas o vicios léxicos, solventar inconsistencias sintácticas…

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¿Merece la pena corregir un libro acudiendo a los servicios de un corrector profesional? Seguro que pensáis que mi respuesta es sí porque me dedico a esto, pues solo acertaríais en parte ya que, antes que correctora, soy lectora y, como tal, me he encontrado con relatos publicados que podrían haber mejorado muchísimo de haber pasado por las manos de un corrector (o de un buen lector cero), que echase un cable al autor.

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No conozco a nadie que se dedique, de un modo u otro, al mundo de la literatura al que no apasionen los libros porque todos amamos las buenas historias y nos encanta disfrutar de ellas, así que, después de todo el trabajo y la ilusión que ponen en ello los escritores, es una lástima que, luego, contengan erratas o pequeños fallos que se podrían haber evitado, ¿no creéis?

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Un lector cero, en resumen, es una persona que tiene la suerte de conocer el trabajo inédito de un autor, antes de que sea editado, y darle su sincera opinión sobre el mismo.

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Los escritores, en ocasiones, suelen acudir a personas de confianza para que lean sus primeras versiones, las valoren, corrijan algunos aspectos o aporten posibles mejoras para, más tarde, exponer al público el trabajo y la historia que han desarrollado durante meses.

Aunque no se trata de elogiar a un amigo, o familiar, porque eso, en realidad, no les serviría de ayuda, sino de hacer algo que no siempre resulta fácil: ser sincero.

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Qué requisitos debería reunir un lector cero: haber leído mucho y de todo, ser sincero, crítico y de confianza.

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Su labor es la de apoyar al escritor en el desarrollo de la historia, evitando cabos sueltos, giros no bien construidos, subtramas abiertas de las que el autor pudo haberse olvidado, evitar que cierre el argumento de forma poco creíble…

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¿Nunca os ha pasado que, leyendo una novela, algún personaje, que nos habían descrito en los primeros capítulos como rubio, poco después termina siendo moreno, o que, tras cientos de páginas, la historia se resuelve en dos párrafos? Pues un lector cero destaca ese tipo de cosas para que no ocurran.

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